RAFAEL ALFARO

 

MAREJADA

 

 

 

          Mercedes Escolano obtiene el premio “Poema Joven” en 1981 con su libro Marejada. Esta poeta estudia actualmente el COU en su ciudad natal de Cádiz y confiesa su debilidad, que es amor, por la lectura de la poesía española e hispanoamericana de este siglo, principalmente la de la Generación del 27. Es admirable constatar cómo saben traducir los jóvenes actuales a su sensibilidad esta cultura tan heterogénea que les llega a través de tantos medios de comunicación social. Se necesita una buena dosis de discernimiento para sintonizar con lo que el arte tiene de verdadero y eterno y presentarlo luego en unas formas que, si no son nuevas en su totalidad, sí son muy comunes en casi todos ellos. El caso es que abunda la poesía buena entre los jóvenes de hoy. Y la muestra la tenemos en los excelentes trabajos que se quedan en la cuneta en concursos juveniles como el presente. En todos ellos hay una poderosa corriente de surrealismo, quizás mejor llamarlo realismo mágico, captado en las diversas manifestaciones del cine y de la novela; y un expresionismo, combinado con una dicción automática y prescindiendo del verso bien hecho y de los signos de puntuación.

 

          Marejada tiene estas características juveniles. Como indica su título, es un libro expresionista. A través de sus versos notamos esa fuerte corriente de irracionalismo poético que nos sorprende por su belleza y su pasión. Hay una poesía honda y secreta que aflora a la superficie del poema, tal una marejada que nos dejas esos versos rotos como significantes de las garras que los han deshecho y que intuimos más allá de la palabra escrita. Aquí está el misterio que hemos de captar en su lectura. El libro, por otra parte, no pretende ofrecernos una temática unitaria, sino unos poemas cosidos con el hilo de la misma voz poética. Leemos y oímos unos versos rebosantes de instituciones y alusiones:

 

Esa cal corroyendo los rostros,

posándose en las manos,

derribando mareas,

insinuando los muslos bajo el vestido.

De cal era el árbol

al que trepamos.

Esa cal desnuda corriendo por la playa

sobre cuerpos y algas, buscando

los juegos de las velas,

descubriendo el jadeo de tu pecho.

Dame la mano, corramos. Somos cal.

 

          Maravillosa composición poética repleta de asociaciones sensoriales, y en la que las sinestesias juegan a piola y saltan de lo puro sensitivo al recuerdo, a la nostalgia, al deseo. Estamos asimismo ante una poesía de enorme vitalidad. A veces, las imágenes oníricas confieren al poema ese profundo erotismo del subconsciente:

 

Descubrir que

un tigre

me rompe las caderas…

 

          Pero no todo el libro es sueño. En él hay mucha claridad, esa salada claridad gaditana con que está amasada una poesía luminosa y abierta. Así concluye el libro:

 

Me has amasado con el barro de la orilla,

pequeño alfarero,

con tus grandes manos tiernas.

Por mis ojos de vasija

mana toda la luz

del agua.

 

          Confieso la enorme alegría que me invade al pensar que hemos sido los “descubridores” de una poesía tan sorprendente y deslumbrante como la de este libro. Vale la pena todo cuanto sirva para descubrir los valores de la juventud.

 

 

 

(Publicado en Mercedes Escolano, Marejada, Salesianos, Elche (Alicante), 1982)