NO AMARÁS

LA CASA AMARILLA

 

 

 

Sobre a nudez da verdade,

o manto diáfano da fantasia.

 

Eça de Queiroz

 

VIEJOS AMIGOS

 

 

Entraban en los bares

felices, sin titubeos,

lengua y pulso inquietos,

y exprimían la pulpa de la noche

en desorden y risas.

A su lado, yo era un tipo infeliz,

uno de ésos que se apoya en la barra

y mira –sobre todo mira--

y no suelta la copa por miedo

a sentirse aún más solo, inseguro y desnudo.

Entraban en mi vida

los viernes por la noche.

Durante dos o tres horas

mi corazón temblaba.

Cuántas veces soñé acercarme a la mesa

donde vida y acción se daban la mano

y simplemente decir, a modo de saludo,

“siento llegar tarde”.

A lo sumo llegaba a beber, desde lejos,

el mismo alcohol que ellos bebían

y muy tarde, ya de retirada,

acompañaba uno a uno a casa

como viejos amigos.

 

UN INVIERNO EN LISBOA

 

 

Una ciudad bajo un sol tibio de invierno

con calles bajando en desorden hacia un río,

chimeneas de carbón en un cielo manchado,

tabernas en penumbra, casi en silencio.

La vida entra a traición, por el costado,

y atraca como un barco más al puerto.

De dónde viene, a dónde va, qué importa.

Una ciudad sin prisas, donde el tiempo

se mide por cafés, a breves sorbos.

Cuando cae la noche y la humedad con ella,

todas las calles conducen al cielo

y el río se abre como un peine.

 

RUA DO ALECRIM

 

 

El amor no es peor en otras ciudades.

Disparamos acá y allá la Kodac

como ávidos ladrones,

resucitamos tópicos, embellecemos por horas

sucias fachadas.

Al anochecer, ebrios,

con los pies doloridos y el alma rendida,

arrojamos al Tajo los carretes.

Sólo entonces

abandonamos la estúpida pose de turista,

saboreamos a fondo cada rincón

entre el oro y la mugre de las calles.

Es entonces que la noche se acerca

y nos besa en los labios

el mismísimo Camoens.

 

DOMINGO DE PERROS

 

 

Si la garganta seca, una cerveza, dos, tres.

Si lluvia, un interior de bar

triste, confortable,

un camarero que remueve la calderilla

al tiempo que maldice al último cliente.

Sale el sol, la vida

se torna más amable por momentos,

alguien telefonea y al instante

la voz de no sé quien le dice voy.

Mientras otros alcanzan cielos sin nubes,

uno, acá, tan sombrío, perro de piel adentro,

los ojos en las piernas

de las muchachas.

El domingo no acaba

tras esta cerveza, nunca acaba,

ni siquiera borracho terminará el maldito.

 

CONVERSACIÓN DE RUTINA

 

 

La vida tiene un precio aquí en Lisboa.

Miserable si quieres, pero dulce.

No podía ser otra la rutina,

el tono melancólico

que va adquiriendo la tarde.

Dentro de un tiempo recordarás, extraño,

estos días de calma y paciencia,

el miedo a estar solo por las calles

sin tabaco, sin rumbo, sin dinero.

Amores que la ciudad te ofrece,

mañana tendrán un aire distinto,

más herido e inútil, más sincero.

Ondulante, este tranvía conduce al río.

Allí nadie te espera ni despide.

Te pones a mirar los barcos

y los ojos te delatan como niños.

 

PARAÍSO

 

 

Un no sé qué enfermizo en la mirada

y la colilla a punto de los labios,

todo bien, la vida pasa lenta,

tan desesperada y lenta que

–tal vez otro país, otras costumbres,

deberías viajar al extranjero–

la ceniza cae en la solapa,

un gesto brusco, un despertar de un sueño,

tanto dios en el cuerpo entumecido,

una taza de café, una ventana,

amargor en la boca y poco azúcar.

 

F.P.

 

 

Fernando Pessoa, miope, dibujado a dos tintas

en el billete arrugado con que compro la prensa.

Cien escudos su alma,

no más que cien escudos, lo justo

para un café y un bollo,

algunos cigarrillos o un billete de eléctrico.

 

Fernando Pessoa, sé que sonríes

cuando saco tu billete y lo beso

como novia que despide a su amado.

Tu cabeza vale hoy cien escudos

y mañana quién sabe.

Todos los poetas debieran nacer en Wall Street,

ser moneda fuerte en el mercado bursátil.

 

De nuevo he traicionado tu amor.

Te he vendido como un judas cualquiera

por un café caliente. Esta tarde

besé tu mejilla

antes de darte al enemigo.

 

CEMENTERIO INGLÉS

 

 

Una tarde de marzo de mil novecientos

noventa, en el jardín se dan cita.

Ellas bien perfumadas, con vestidos de seda

y sombreros sutiles. De oscuro,

cuello y pañuelo almidonados,

el gesto elegante, ellos.

Pragmáticos, bellas, frías, metódicos,

la colonia inglesa deposita sus flores.

En orden, sin lágrimas,

entran en la capilla y sin rozarse apenas

dan un pésame breve y correcto.

Ajenos a este rito, casi verdes,

los pájaros ven llegar la primavera.

Bajo un enorme drago de dulzona sangre,

frente a las tumbas de la Royal Air Force,

la tierra sea leve una vez más.

 

LA CASA AMARILLA

 

 

Sórdidas pensiones, estancadas al amanecer.

Con la nariz fría y las manos aún

más frías, mi amor con todo el pelo frío,

a un lado un lavabo de loza desportillada

y un agua más fría que mi propio amor.

Pensiones, quién os viera de mañana,

los visillos echados sobre el vidrio torpemente,

lejos ya del rubor, la cama revuelta,

un sudor barato y gratificante.

Mi amor se ha puesto torcidas las medias.

Tiembla su pequeño cuerpo de niña,

su cinturita que cabe en mis manos.

Aun con los ojos sucios, qué hermosa

me resulta, más delgada que ayer.

Las doce menos cinco en mi reloj.

 

JARDÍN BOTÁNICO

 

 

Los árboles imitan a los hombres.

Nacen para amar o ser amados.

Los hay solitarios, engreídos, cobardes.

Los hay que se suicidan o bien luchan

con uñas y dientes por un metro de tierra.

Les duele la lágrima áspera de la lluvia,

el sudor implacable de agosto,

sostener corazones y flechas ajenos.

La mayoría muere sin ver cumplidos

sus sueños más elementales.

 

Los caminos se bifurcan en el jardín botánico.

La lluvia se bifurca en el jardín botánico.

Mi vida tiene un no y un sí

en el jardín botánico.

 

BIBLIOTECA NACIONAL

 

 

Llegas. Te acomodas blandamente.

Toda la tarde por delante y un anochecer

de neón, quietud, abandono.

Tardarán treinta minutos en servirte

el ejemplar solicitado.

Intentas mirarte desde lejos

y componer la escena. ¿Acaso eres

esa melena sin orden, ese bolígrafo

cargado de deseo?

¿Acaso la mujer que juega

a entretener las horas?

¿Es posible perder maravillosas

tardes de oro lejos del bullicio

de los cafés y el centro?

¿Qué te lleva un día y otro

de Marzo a esta sala?

Por fin llega. Es arrojado

a la mesa como un cadáver

y al calor de tus manos

sientes que resucita.

Demasiado fácil. Treinta minutos

para obtener un íntimo contacto

con la piel de Cesário Verde.

 

VASOS COMUNICANTES

 


 

 

LA VIDA INCONFESABLE

 

 

Déjame jugar un poco más entre tus brazos.

Mira que el verano aún no ha llegado

con su carretilla frenética de sol

y es tibia la mañana, sólo tibia,

como un perro envuelto por los árboles.

Jugar a la ternura un par de minutos.

A las mentiras, si amanece nublado,

mientras en la cocina hierve el café.

 

Suenan en la radio noticias ajenas,

bocinas en la calle, un trasiego de gente

que ha madrugado y acude a la oficina.

Déjame jugar un poco más, te digo

cuando el ascensor te traga por completo

con la corbata algo torcida.

 

EL AGENTE DOBLE

 

 

¿Qué me ata a esta ciudad de provincia?

¿Una calle, una casa, un cuarto interior

donde tal vez fui feliz unas horas?

Nada y todo parece atarme,

una y otra vez el mismo nudo,

el mismo desenlace de la historia.

 

Al anochecer,

soltad mi maroma, dejadme perdida

entre las sombras del muelle, aguas adentro,

y que la corriente me arrastre

a ese cuarto, esa casa, esa calle,

surcando lentamente la madeja.

 

La ciudad no obliga a quedarse.

Indiferente, sólo piensa en sí misma.

Desata la cinta y me suelta.

Despliega su red y me atrapa.

 

SORTILEGIO

 

 

Soy un hombre indolente. Veo pasar las nubes

grises sobre el cielo gris. Apuro las últimas caladas

y arrojo finalmente la boquilla sin mirar

si alguien cruza en ese instante la calle.

Por la ventana abierta llegan débiles conversaciones,

risas mezcladas con el ronco motor de los autos.

La gente se divierte, cualquier motivo basta.

 

Se nota que ha empezado el otoño por el montón

de algas que ha arrastrado la marea. El poniente

se adueñó de la ciudad y es húmeda la noche.

También las nubes parecen darse cuenta del cambio

y atraviesan el cielo más de prisa, inquietas,

como si quisieran recogerse temprano

o llegar a tiempo a una ciudad del Norte.

 

Vivo en un edificio de las afueras,

en una ventana como tantas otras ventanas.

Observo a los vecinos sin calor ni nostalgia.

Temen quedarse a solas con la noche

y no saber qué hacer con sus cuerpos.

Diariamente recuento las bombillas de la calle,

me pertenecen todas esas luces insignificantes.

 

ARIADNA

 

 

La veía de noche atravesar las calles

desiertas, desoladas de la ciudad,

una sombra de luna en los escaparates.

 

La misma dirección, el mismo –siempre–

vestido de flores, idéntico

itinerario cada madrugada.

 

Alguien la citaba a altas horas

(imaginaba yo), algún amante

que olería sus flores siempre frescas.

 

Detrás de los visillos, cansado pero fiel,

aguardaba a diario hasta verla pasar,

ondulada, fragante.

 

Y sólo entonces, como quien ha cumplido

una cita secreta, regresaba a la cama

y conciliaba el sueño.

 

¿Qué hilo la guiaba a través

de las calles? ¿Qué toro

la esperaba al final del ovillo?

 

MATERIAL DE DERRIBO

 

 

Apareció B., pero no era mi tipo.

De aspecto gris, ensimismado,

la camisa planchada y correcta,

¿qué puede ofrecerme un tipo así?

En mitad de la pista, con la orquesta cansada

de tocar tantas veces las piezas de moda,

dejó caer en mi copa su corazón mediocre.

 

No era B. quien yo espero

y él lo supo en mis ojos.

Un tipo vulgar, uno de tantos

que acuden a bailar porque es sábado,

y mañana domingo, y pasado quién sabe.

 

Al final de la noche

quedan corazones dispersos

entre sudor, ginebra y falsas promesas.

 

HA EMPEZADO A CAER LA NIEVE

 

 

Ha empezado a caer la nieve,

azul como la flor del lino. Nos cobijamos

en la cabaña en torno a la chimenea.

Algo tan vulgar como una nevada

nos obliga a compartir el fuego.

 

Antiguamente solíamos contar historias

para acortar la tormenta.

Hoy todos callamos,

los ojos metidos en la taza humeante.

En el fondo nos gusta

saborear en silencio el café.

 

A veces nieva durante horas.

A veces días enteros.

Resulta violento, después de un buen rato

junto al fuego, no tener de qué hablar,

esperar a que la nieve

se canse de nosotros.

 

MIRADA RETROSPECTIVA

 

 

Mis días fueron tardes de suave rutina,

libros sobre la mesa, cartas que contestar,

la vida malgastada dulcemente en papeles.

 

Fueron nubes veloces cuando el tiempo ha pasado,

simples papeles viejos mirados con nostalgia,

horas de solitario en que puse ternura

y un toque inevitable de escéptico humor.

 

Tantas horas gozadas fingiendo personajes.

Tanta literatura llenando mi silencio.

Tanta soledad impregnada de tinta.

De aquel tiempo insensato sólo conservo el vicio

cálido y humeante del café a todas horas.

 

LOS COMPLEMENTARIOS

 

 

Has cruzado presuroso la ciudad

sin mirar a ambos lados de la calle.

Solamente un punto en tu cabeza,

un punto azul, una llamada urgente.

 

Después de largo rato de observar

el suave balanceo de las aguas

has regresado a casa

dejando atrás el muelle.

 

Si llama, acudes con premura,

no sabes el motivo pero acudes.

Algo entre el fango te convoca,

algo que te vuelve manso y tibio.

 

LA CONDICIÓN HUMANA

 

 

 

 

Un hombre es la ciudad

En la que viven otros hombres

Que conversan con sus palabras,

Visten esos cuatro colores

Y hasta pudieran ser él mismo.

 

  José Angel Cilleruelo                            

 

 

 

 

Entrevió el desorden de su vida; la suce-

sión de ciudades, de amores transitorios;

y el tiempo, el siniestro deslizarse de los

años, siempre el tiempo.

 

Carson McCullers

 

 

 

 

 

VIDA MODERNA

 

 

Sucede que me canso de la vida moderna,

de pagar las facturas y saludar al jefe,

de coger ascensores que no llevan al éxito,

de repetirme siempre la misma contraseña.

 

Sucede que me canso de ser hombre constante,

agresivo, tenaz, burlón, despiadado,

como un superviviente después del naufragio

en la isla perdida que llamamos ciudad.

 

Sucede que me canso en la cola del cine

tras una ventanilla de no quedan entradas,

el corazón planchado en el forro del traje

y zapatos que caen rendidos de noche.

 

Sucede que me canso de andar a todas horas

sin tomarme un respiro o firmar una huelga,

derecho por la acera, parado en los semáforos,

puntual y ordenado, sensato y aburrido.

 

Sucede que me vuelvo huraño los domingos

y detesto salir a exhibirme en los bares,

beberme la tarde apoyado en la barra

con la mente dispuesta a vaciarse.

 

Sucede que me voy haciendo solitario

y no tengo ternura que llevarme a la boca,

pues me entra pereza o me vuelvo cobarde

si una mujer me mira de manera insistente.

 

Sucede, simplemente, que olvidé la aventura,

la acción, el peligro, el riesgo... la vida,

como si tales prendas fueran propias del héroe

y el resto de los hombres sólo simples mortales.

 

DOS ROSAS

 

 

Confluyen dos rosas en mi cerebro,

dos rosas que se atacan sin piedad;

la una es evasión, la otra es promesa,

y una por otra vivo en desazón.

 

Dos rosas que convergen un instante

y al instante siguiente son extrañas

anémonas de mar, cruzadas en la ola

eterna y vengativa de la noche.

 

Llegará el cuchillo primoroso

que separe la tiniebla de la luz

y al rocío temprano le responda

un obsceno aroma a rosa muerta.

 

LA COMUNIÓN DE LOS INFIELES

 

 

Tu engaño adoro ahora que te has ido

en brazos de otro, malditos sean sus brazos,

breve tiempo abrazada por los míos.

 

Tu desprecio adoro ahora que estás con otro,

altiva, invulnerable, sin mi sombra

de perro herido y sin consuelo.

 

Ahora que te has ido, tu perfume

se ha quedado hundido en la almohada

con el peso infiel de tu nombre.

 

Ahora que estás con otro, diría que la luz

se ha mudado de casa dejándome a oscuras.

¿Cómo poder dormir sin tus desaires?

 

CONFIDENCIAS

 

 

Hace años que olvidé la costumbre

de contarte mi vida en postales

y larguísimas cartas de provincia.

Con tierna, indulgente sonrisa,

tal vez fascinado, entregado y nervioso,

abrías mis folios de letra picuda

dejando que mintiese en cada entrega.

Con tal de no vivir a fondo,

las cartas ocupaban lo mejor del invierno,

tardes de frío y café solitario.

Cuídate mucho, te pedía

al borde del envío, con el gesto

irónico y cómplice del viajero

que va a zarpar sin retorno.

Pero volvías. Torpe, desmañado,

propenso a la pasión pero cobarde

al fin, ponías sello y sobre

a la aventura. Así de fácil.

Sin riesgo. Sin billete.

Cualquier ciudad podía cobijarnos

en cualquier punto de la imaginación.

Falsos remites encubrían la trampa,

membretes extraños de algún que otro

hotel donde nunca pasamos la noche.

Hace años que perdí la costumbre

y hoy me pides de nuevo que te escriba

–tantos años después–

como si mentir fuera tan fácil.

 

CUALQUIER ENAMORADO ES UN MERODEADOR

 

 

Cualquier enamorado es un merodeador.

Espía con angustia los pasos del contrario

e imagina una agenda repleta de enemigos.

A solas, frente al espejo, ensaya largos besos

emulando a los grandes galanes del cine

y urde un plan perfecto para colarse en su vida,

sutil como un ladrón de guante blanco.

 

Cualquier enamorado es un barco perdido

entre la niebla, sin más brújula

que el norte imantado de otros ojos.

Su boca busca hallar puerto seguro,

a salvo de icebergs y otros peligros.

 

Cualquier enamorado es una piel nerviosa

que sufre si no roza el objeto añorado,

una herida que nunca cicatriza,

un puñado de pólvora que arde sin mecha.

 

Cualquier enamorado es un presunto asesino,

a todas horas pronuncia el nombre de su víctima

y llegado el momento, arma en mano,

dibuja un corazón muy rojo, algo torcido.

 

BILLETE HACIA OTRA PARTE

 

 

Todos los viajes son absurdos.

Lo sabemos, pero viajamos

a provincias extranjeras

huyendo de nuestras calles,

de la monotonía que impregna

esta ciudad de siempre.

 

Viajamos hacia el norte

con lo puesto y un libro

en la maleta pequeña,

como quien escapa al fin

de sí mismo y no quiere

regresar de noche a casa.

 

Todo resulta igual de tibio.

Los trenes rompen en dos

el paisaje. El hombre,

entregado a la rutina,

simula disfrutar de la madeja

en la que se ha enredado.

 

De vuelta, los amigos

preguntan con envidia

a qué extraños lugares

nos llevó el instinto.

Yo sólo les hablo

de un absurdo cansancio.

 

A TRAICIÓN

 

 

Dos o tres cigarros y un café

frente al mar, casi de noche,

cuando el cielo es una vela morada

y comienzo a sentirme más lúcido,

más vulnerable, más sórdido.

 

Así me viene aquel tiempo:

estudiante sin dinero ni prisas,

con libros robados bajo el gabán,

ninguna promesa, un incierto futuro,

orgulloso, inútil, primitivo.

 

Hoy sólo llegan facturas al buzón.

El piso es amplio, casi un palacio,

y el coche me lleva a todas partes.

Después de algunos vaivenes,

he preferido la literatura al amor.

 

EL COLECCIONISTA

 

 

Seducción y tristeza en su mirada.

Un tipo infeliz, solitario, amargo,

de ésos que dicen que el amor un día

su vida cruzó, para no volver;

sutil en la palabra, convincente,

sabe callar, mentir o hablar lo justo;

orgulloso de ser hombre inflexible,

hábil, frío y astuto en los negocios;

oportunista, ambicioso, impaciente,

sediento de poder ganarse a pulso

las monedas; no obstante, alma romántica,

soñador nato de objetos sensuales,

amante de lo exacto y de lo bello;

coleccionista de coches antiguos,

los trata con glamour y cortesía,

pendiente del más mínimo detalle.

En su taller, la perfección soñada es

armónico sonido de motores,

chapa brillante, cromado impoluto,

asiento de cuero, olor a madera,

modelos únicos e irrepetibles.

 

AMA MUCHO LOS LIBROS

 

 

Cada noche dispone un libro

cuidadosamente, como una ofrenda,

 

en la mesilla, y antes de dormirse

lo abre y acaricia las páginas amadas.

 

Cuando el sueño está a punto

de atraparlo, sólo entonces,

 

lee un verso en voz alta,

elegido al azar entre sus páginas.

 

Sólo profana un verso. Así la noche

comparte con él un minúsculo espacio.

 

RESTOS DEL VERANO

 

 

Después de una mala noche,

nada como sentarse a contemplar el mar.

La brisa te despeja la cara

y algo te dice que es tarde

para cambiar de rumbo.

 

Despliegas el diario recién comprado.

Por un rato te olvidas de ti.

 

Maltrecho, cansado, taciturno,

te has quedado dormido sobre la arena

soñando en la apuesta que ayer no ganaste.

“La vida no está hecha para ti”

te dijo la camarera, llevándose

tu último billete.

 

NAVÍOS Y BORRASCAS

 

 

Cartas de amor, hoy barcos fantasmas.

Ocupan un cajón de la memoria,

extraño tesoro salvado de un naufragio.

Si supiera, al menos, el motivo

de ir guardando con celo

la efímera pasión de entonces:

tanta frivolidad o ese entusiasmo

por causas difíciles e insalvables distancias.

 

Cinta azul, gris, verde...clasificadas,

ordenadas por débiles matasellos,

parecen dóciles, tranquilas barcas

en la orilla, lejos de la corriente.

Hace tiempo que he olvidado

la tormenta que en mí provocaron,

estrellas de un tupido cielo

que hacían emocionante la navegación.

 

CUERPOS Y OFRENDAS

 

 

Las mujeres que sos

en la historia plural

de tu amor monógamo.

 

Cristina Peri Rossi

 

 

Baratos hoteles de una noche,

no podéis devolverme

sus dedos de Atlántico suaves.

Atrás devorasteis, bajo una luz muy tenue,

los mapas, las mareas

de su cuerpo menudo,

el calor de su risa enredada en la mía.

 

Hoy vamos y venimos hablando de ella.

Hemos formado un club sus incondicionales,

aquéllos que la amamos sin reproche

cuando el viento soplaba en nuestra contra.

Solemos recordarla en círculo fraterno,

discutimos a veces el color de sus ojos

y hallamos consuelo en pronunciarla.

Qué importa que ella nunca nos amara

si han pasado los años y sigue en nuestra lengua

la caracola amarga de sus pechos.

 

EL VIAJERO DUDA UNOS INSTANTES

 

 

En medio del miedo y la sospecha

de haber equivocado la ruta,

miramos la carretera, las señales

que indican el trayecto,

asustados por llegar a un punto

confuso y lejano del mapa.

Convendría parar en el arcén,

estirar las piernas mientras

decidimos un cambio de sentido.

 

Íbamos con rumbo equivocado,

sin darnos cuenta de lo fácil

que resulta perderse: otra carretera,

otro paisaje, una ciudad distinta,

un yo diferente y novedoso.

 

Súbitamente la carretera

se bifurca en dos, sin darnos tiempo

a planear un futuro sensato.

 

A MEDIAS

 

 

Mi doble se sienta en los cafés del puerto

tranquilamente a esperar

que los barcos descarguen.

Observa con desdén los movimientos

de la grúa, su ir y venir entre fardos.

Ojea los titulares de la prensa,

le aburre el texto. Apura el café

y algunos cigarrillos con las piernas cruzadas.

Las horas pasan lentas para mi doble.

La observo desde el barco

con interés y hastío.

Tanta indolencia en una muchacha

podría albergar sospechas, si no fuera

porque atentamente vigila

todos y cada uno de mis gestos.

 

LIBROS VIEJOS

 

 

Toda ciudad encierra libros viejos

y cada libro

su vergüenza al abandono,

un temblor minúsculo.

Cubiertas sucias, algo dobladas,

con un color indefinido

y un halo a tiempo muerto,

relegadas entre saldos.

En este anaquel

la vida ha acumulado

descuido y desorden:

entre decenas de títulos vulgares,

he encontrado los pétalos

amarillentos de W.B.Yeats.

 

CAFÉ BORGES

 

 

Un hombre y una mujer

a media tarde

en mesas diferentes,

con tazas diferentes

de café.

 

El hombre piensa: no merezco estar solo.

La soledad carece de sentido

cuando se es joven y aún quedan

ganas de vivir.

 

La mujer piensa: merezco estar sola.

No supe usar el tiempo

y he malgastado la compañía

que otros me brindaban.

 

Él: si al menos supiera

que alguien va a amarme.

 

Ella: alguien me amó

una vez, he sido afortunada.

 

El hombre y la mujer beben

el último sorbo y observan

el fondo de la taza.

Ninguno reconoce su egoísmo.

Ninguno tiene valor para enfrentarse.

 

ESCENAS SUELTAS

 

 

Un hombre que atraviesa la calle,

desaparece y vuelve a cruzarla

una hora después

con el periódico en la mano;

un ascensor que secuestra por minutos

a cuatro extraños, incómodos

al compartir tan reducido espacio;

una pareja besándose en un banco,

ajena a las miradas de otros transeúntes;

un tren que arranca con un largo chirrido

desde una vía muerta;

pensionistas absortos en sus naipes

mientras un camarero apila tazas;

un gato al sol, lamiéndose.

La vida pasa lenta.

Un cúmulo de detalles

va conformando una ciudad.

Cada día, entre relojes,

rutinas y desencuentros.

Tan frágil –la vida–

como un carrete de película.

 

NO AMARÁS

 

 

Una mujer camina por la orilla

y el agua va lamiendo sus piernas.

 

Tan linda, tan menuda,

como una caracola indisoluble.

 

Aquel cuerpo fue mío –ella lo quiso–

pero hoy es del agua.

 

El viento del Este está arrastrando

un polvillo dorado hasta las olas.

 

Sin prisas, empuja los minúsculos

granos que en siglos fue limando.

 

Tan sola, tan absorta,

en su inmenso reloj de arena.

 

Su cabello se agita acompasado

igual que un ramo de algas.

 

Sus manos delgadas me devuelven

un derroche fatal de ternura.

 

Tanta melancolía me invade de pronto

que aparto la vista y tiemblo.

 

Su ayer se me dibuja intacto,

más nítido, si cabe, que el presente.

 

Negando que la amaba

he vivido prendado largos años de ella.

 

¿Qué será de mí, ahora que tengo

toda la sal del mar en la garganta

 

y estos celos terribles de que el agua

me la robe por siempre?

 

 

ENVÍO

 

 

          Éste es un libro escrito para amigos, a lo largo de tardes moradas y noches atlánticas. Algunos se reconocerán en estos poemas, como personajes de un tiempo indolente y sereno, con momentos inesperados de felicidad y una dosis elevada de humor. Otros tal vez se sorprendan o no se reconozcan. Por si hay despistados, confesaré que hay poemas escritos para Luis Pereira, Juan José Téllez, Ilya U. Topper, Mané García Gil, Alejandro Luque, Pedro Geraldía, José Ángel Cilleruelo, Jesús Gálvez Yagüe, Juan García Larrondo y Manuel López Doña. Gracias a todos por su amistad.

 

M.E.

 

ÍNDICE

 

 

LA CASA AMARILLA (Lisboa, 1990)

 

Viejos amigos

Un invierno en Lisboa

Rua do Alecrim

Domingo de perros

Conversación de rutina

Paraíso

F.P.

Cementerio inglés

La casa amarilla

Jardín botánico

Biblioteca Nacional

 

 

VASOS COMUNICANTES (Cádiz, 1988-1989)

 

La vida inconfesable

El agente doble

Sortilegio

Ariadna

Material de derribo

Ha empezado a caer la nieve

Mirada retrospectiva

Los complementarios

 

 

LA CONDICIÓN HUMANA (Cádiz, 1997-2000)

 

Vida moderna

Dos rosas

La comunión de los infieles

Confidencias

Cualquier enamorado es un merodeador

Billete hacia otra parte

A traición

El coleccionista

Ama mucho los libros

Restos del verano

Navíos y borrascas

Cuerpos y ofrendas

El viajero duda unos instantes

A medias

Libros viejos

Escenas sueltas

Café Borges

No amarás