MACARENA JIMÉNEZ QUEVEDO

 

ENTREVISTA A MERCEDES ESCOLANO

 

 

 

          Mercedes Escolano (Cádiz, 1964) es una de esas poetas que hacen verídico uno de los principios de alquimia: disuelve y coagula. Ella hace de las palabras, de sus sonidos disolución de asonancias, disuelve los lexemas y los coagula en una suerte de bellos versos, despojados de aquello que les sobra. Versos puros y cargados de erotismo, sensibilidad y saber. Rezaba a la entrada del gran templo griego, al pie del monte Parnaso, el Oráculo de Delfos: “Nada de más”. Eso es lo que tiene la poesía de Mercedes, nada de más.

 

          Licenciada en Filología Hispánica, con estudios de Doctorado, ha obtenido numerosos premios literarios, ha dirigido revistas literarias, participado en muchas de ellas, traducidos sus versos a numerosos idiomas: francés, italiano, inglés, portugués y sueco.

 

          Una poeta gaditana que enseña lengua y literatura en un instituto, y que ha publicado once poemarios: Las bacantes, La almadraba, Felina calma y oleaje, Paseo por el Cementerio Inglés (pliego suelto), Malos tiempos, Estelas, Reales e imaginarios, Islas, No amarás, Malos tiempos,  la antología Juegos Reunidos, Fascinación del Atlántico, Café y Tabaco.

 

 

 

 

 

          Mercedes, tras once poemarios publicados (once, si no me equivoco), desde Las bacantes hasta Café y Tabaco, sin contar con los proyectos nuevos que tienes, ¿cómo definirías tu evolución poética?

 

          Siempre he sido inconformista, no me ha gustado seguir las modas sino hacer lo que se me apeteciera, detesto ser etiquetada, me aburren las normas literarias, me gusta más sugerir que decir, y siempre he pensado que la literatura no tiene que ser obligatoriamente algo serio y sublime. Me temo que –literariamente– sigo siendo una ingenua. Algunos críticos literarios han dado opiniones certeras sobre mi poesía, pero otros no han sabido captar mi mundo.

 

          Roma, el mar, los bares canallas, la música, las calles de Lisboa… pertenecen a tu ideario poético. Algunos son símbolos poéticos. ¿Cuál sería para ti el símbolo del mundo actual?

 

          La gente parece moverse por intereses mundanos y utilitaristas. Interesan el dinero y el culto al cuerpo –juventud, belleza, fuerza, salud–, y tal vez el símbolo del mundo actual sea el éxito de los deportistas de elite. Como este símbolo no me interesa nada, sigo prefiriendo inteligencia y cultura, rodeados de sensualidad.

 

          Mercedes, ¿cómo fue tu entrada en la poesía? ¿Qué cosas te indujeron a escribirla?

 

          Mi primer libro data de 1982, entonces tenía dieciocho años y estudiaba C.O.U. en un instituto gaditano. Era la única alumna de aquel centro con un libro publicado y algo así me hacía sentirme “única”, diferente a todos mis compañeros. Me publicaron ese libro por haber ganado un concurso nacional, y posteriormente vinieron otros concursos y otros premios. En poco tiempo me encontré con varios poemarios publicados. No todo lo que publiqué me parece hoy interesante, pero es obvio que ahora soy mucho más exigente y más madura como lectora y escritora. Muchas veces me pregunto qué me empujaba a escribir. Recuerdo que desde que comencé a leer (más o menos a los doce años) quise escribir. La literatura se convirtió en una válvula de escape, en una fascinación, en un paraíso privado.

 

          Desde hace ya varios años, el papel de la mujer en la sociedad, afortunadamente está cambiando, por lo menos en esta parte del mundo. En la literatura ha ocurrido lo mismo. ¿Cómo valorarías desde tu experiencia este hecho?

 

          Cada vez es mayor el número de escritoras, porque también lo es el número de lectoras y de licenciadas universitarias. La mujer está hoy mucho más preparada que hace unas décadas (no digamos hace unos siglos). No todo lo que escriben las mujeres tiene calidad, pero es cierto que un grupo de mujeres que escribe muy bien va abriendo el camino a otras mujeres, sirviéndoles de modelo, y paulatinamente encontraremos muchas más obras interesantes escritas por mujeres. Me da igual que el autor sea hombre o mujer, lo que quiero es que la obra esté bien escrita, el tema me interese y logre emocionarme. No creo que exista la literatura femenina, puesto que tampoco existe la literatura masculina.

 

          Muchos opinan que la poesía escrita por mujeres toca siempre, o casi siempre, elementos tales como el erotismo y la sensualidad. ¿Por qué crees que se piensa esto?

 

          En 1985 se publicó una antología titulada Las diosas blancas (Madrid, Hiperión), que pretendía abrir los ojos a los lectores sobre la aparición de muchos libros escritos por mujeres tras la muerte de Franco. En ellos se apreciaba libertad temática y el hecho de que muchas mujeres se sentían cómodas escribiendo sobre amor: sensualidad y sexualidad se daban la mano en esos poemas sin censura. La elección de tema no era casual. En aquel momento fue un reto importante. Muchas mujeres quisimos llamar la atención (la mayoría de escritoras estaba ninguneada por la crítica) y no hay nada tan fácil como la provocación. En los años siguientes el abanico de temas se amplió mucho.

 

          Mercedes, ¿cuáles son tus autores preferidos?

 

          A lo largo de los años han ido cambiando mis gustos poéticos; por ejemplo, de adolescente me gustaban mucho Neruda y Aleixandre, y ahora me aburren. Me sigue gustando el Antonio Machado de Campos de Castilla, es uno de mis libros preferidos. También Luis Cernuda, Cavafis y Borges siguen en mi mesilla de noche y leo con pasión a Horacio y Ovidio, mis maestros de toda la vida. En los últimos años he leído mucha poesía hispanoamericana y portuguesa.

 

          ¿Cómo valorarías el mundo literario en Cádiz?

 

          Cada vez es más aburrido y pacato. La norma de “cortesía” es no criticar a nadie para que nadie te critique a ti. Ese pacto tácito ha creado tantos silencios incómodos como mediocridad. La vida literaria de la ciudad se reduce a pocos actos, generalmente organizados por instituciones como ayuntamiento, diputación, universidad… actos que suelen ser correctos, formales, aburridos. Echo de menos la audacia, el atrevimiento, el humor, la improvisación, la comedia, la originalidad, la sorpresa. Apenas hay riesgo, todo resulta controlado y controlable. No es una época brillante, desde luego, pero seguro que ha habido épocas peores. El Cádiz literario de los años noventa fue mucho más divertido y chispeante que el actual.

 

          Hace poco ha sido presentado, junto con Josefa Parra, Habitación de hotel . Tiene un título muy, muy sugerente.

 

          Josefa Parra y yo nos conocemos hace más de veinte años y muchas veces hemos pensado que deberíamos hacer algo juntas, pero no nos decidíamos por nada concreto. Un día caí en la cuenta de que tanto ella como yo teníamos poemas que se titulaban “Habitación de hotel” y que éste podía ser un tema estupendo que nos sirviera de excusa literaria para unir sus poemas y los míos en un mismo libro. A ella le encantó la idea y pronto tuvimos engarzado el libro, que ha publicado Víctor Alija, director de la editorial granadina La Compañía de Versos. La portada del libro es el famoso cuadro de Edward Hopper, también titulado “Habitación de hotel”. Los poemas que hemos incluido hablan de encuentros en hoteles, de horas de intimidad, placer, ternura o soledad en habitaciones que solo habitamos por horas y luego abandonamos sin tristeza, pero que de alguna manera nos enseñan cómo somos, cómo reaccionamos, cómo nos dejamos llevar por nuestras emociones. En estas habitaciones hemos jugado a ser huéspedes de la Poesía. Hay mucho de susurro, sensualidad y caricia en estas páginas. Queremos que el lector se convierta en un cómplice de los huéspedes que se alojan en estos hoteles.

 

          El próximo poemario en solitario que estás preparando es Jardín salvaje. ¿Puedes adelantarnos algo de él?

 

         Cuando me trasladé a vivir a El Puerto de Santa María compré un adosado con un pequeño jardín. Mis dotes de jardinería eran escasas y casi todas las plantas que crecían en el jardín eran salvajes, caprichosas y caóticas. Esto me hizo pensar que esas plantas eran iguales que mi carácter: crecían donde, cuando y como les daba la gana. Comencé a escribir poemas sobre aquellas horas en el jardín y las ilusiones que el viento iba llevándose a su capricho, sobre la muerte y la voluptuosidad de la vida. Enfrentarse a uno mismo es siempre una prueba dolorosa y sutil.

 

 

(Entrevista publicada en www.cadizdigital.cadiz.es el 4 de Mayo de 2011)