PILAR PAZ PASAMAR

 

PRÓLOGO

 

 

 

          ¿A dónde mira, cuando una mujer se asoma al mar y qué ve en él, si no está cómodamente reclinada en un alféizar, como la daliniana figura? ¿Y si fuese de la estirpe divina de Las Diosas Blancas? El escritor Ramón Buenaventura llevó al Olimpo a varios grupos generacionales femeninos de la segunda mitad del siglo XX, entre las que se encontraba Mercedes Escolano, de los 80 en cuanto a generación literaria y nacida en 1964, en Cádiz, pero el tiempo ha demostrado que las diosas no son enteramente divinas y algo hay de naturaleza humana cuando algunas han enmudecido, voluntaria o involuntariamente y desaparecido como inquilinas de tan celestial hospedaje. Mercedes Escolano, no. Aquí la tenemos frente al mar dispuesta a entregarle lo último: una extraordinaria antología formada por un “introito” de versos inéditos: La bañera de Ulises, y una selección de obra editada de anteriores entregas: Felina calma y oleaje, Islas y Fascinación del Atlántico

 

          A través de este valioso material poético he llegado a la respuesta de la inicial pregunta: Mercedes Escolano se encuentra frente a los mares con su propia condición, con su mismidad. Lo declaro a través de estas palabras previas, deseando atravesar rápidamente por la obligada contextualización y la cronología, e incluso del aspecto formal de sus poemas, aunque esto último considero ineludible y hasta curioso que el mito sustentador de la primera parte, la de los versos inéditos, basada en los temas de

Odiseo concretamente, no sean los específicos para el fin con que fueron hechos: la transmisión oral del aedo rapsoda. El sonido de la métrica nos envuelve en el de la preceptiva clásica, grecolatina, destinada, no a la juglaría, sino a ser dicha “sotto vocce”, como se suele hablar frente al mar:

 

…Y he sabido que el amor tenía tres vocales

y que el ruido del mar cabe en tu lengua.

Da igual que sea breve el tiempo de la dicha.

 

          El crítico Balcells define algunos aspectos de su preceptiva como eclecticismo estrófico, y una, como la actualización de una armonía heredada. Digo actual, y ahora me atrevo a repetir la sorprendente respuesta de Mercedes Escolano al contestarme que el título del libro es el de un programa emitido por Radio Nacional por el que sentía preferencia. El de La bañera de Ulises es, por lo tanto, la aportación nominal de ese artilugio necesario, como muchos otros utensilios que rodean, o se hacen imprescindibles en la vida de Mercedes. El volante del automóvil, la mesa donde evalúa, muros y embalajes, teléfono y ordenador, todos ellos no solo frente al mar, sino en el lugar donde la sitúa la voz seleccionadora, denominándolo como el espacio urbano de la poeta.

 

          No voy a comparar con cierta clasificación juanramoniana, la de las Realidades Absolutas, algunas de las Realidades Propias que posee la autora y que me revela su temario, porque cruzan por éste soplos de ironía, de salinera y joven impudicia que se resisten a ser comparados, incluso con las voces “sacras”. La primera Realidad Propia es la del mar como símbolo del espacio poético; la segunda, sus Islas, como espacio de la

experiencia amorosa; tercera y cuarta, unidas, son realidades cognoscitivas, tras la estrategia amorosa que ha contribuido a la conquista y demarcación del propio territorio realizado con felina calma y valiente abordaje. En esta última selección hallaremos palabras sobre las que incide el rayo de la ironía como en un espejuelo, o la deslumbradora comparación: La sal es cóncava, como la axila de un niño al sol. Poemas que brotan de un fascinante territorio poético donde no solo encontramos los lechos del amor, sino también otros factores que nos descubren sus preferencias y, acaso, un conato de escapatoria hacia el híbrido género descubierto por Fernando Quiñones, aunque sin llegar ni siquiera a intentarlo, captado no sé si por error, como una suave vaharada marítima. (Mercedes Escolano no ha escrito otro género que el de la poesía, a pesar del tirón que pudiera haber logrado ese cambio tras el descubrimiento de la obra de de Marguerite Yourcenar, a quien dice admirar desde sus comienzos de lectora. Aunque nunca se sabe de la mano del destino.) De la mano del gaditano Fernando Quiñones, a través de su poema dedicado,  se inicia un viaje en el que nos encontraremos, entre otros poemas, el del homenaje postista a Carlos Edmundo de Ory, o la paráfrasis titular dedicada a Proust que encabeza uno de sus más acertados poemas: “A la caza de las ballenas en flor”. De él, estos versos:

 

A veces, alguna hembra queda atrás

relegada en la sabia corriente que la atrapa y domeña;

si moza y placentera, blanca de carnes, sabrosa fierecilla,

daría, caro Lucio, treinta monedas por la flor de su persona.

 

          Mucho más encontrará el lector cuando inicie el recorrido por las Islas, quince exactamente conforman el particular archipiélago. La sola nomenclatura parece formar una hilera de versos, desde “La isla de las mujeres” e “Ítaca” hasta la que encabeza el más bello, a mi parecer, de los breves cánticos isleños, el dedicado a “Las islas ingrávidas”, que cierra, como broche de oro, el poemario.

 

          Si comencé evocando el cuadro de la mujer asomada al exterior, ahora sitúo mentalmente a Mercedes Escolano frente a su propio espacio y conciencia de sí, que bien conoce cuando declara en un poema eso de ser a la vez contemplativa, ecléctica y melancólica. La apoyatura de su contemplación, sin embargo, es muy diferente a la de la mujer al óleo. Un alféizar dista mucho de ser un barandal, los barandales donde apoya el poema integrante del libro Fascinación del Átlántico se asoman sobre las arenas trimilenarias de Cádiz. Mercedes se azulea ante el mar andrógino que va cambiando también su apariencia especular, como la del agua ante Narciso, por el significado de su Gran Analogía.

 

          En la mochila de Mercedes Escolano han cabido siete mares, todos los mares y la cultura grecolatina y cristiana-occidental que la capacitan para entonar el cántico de júbilo o la estela funeraria ante una pérdida, al estilo de los metros clásicos, que no es el de este poema de la pérdida del padre y de la presencia de la Otra Paternidad Creadora, la Gran Analogía del mar, cuyos nombres declaro desde mi propia subjetividad en el comentario. En este caso, la estela no será funeraria, sino visceral, y de alcanzar la orilla teñiría las aguas de color sanguinolento, como en su poema de la caza del cetáceo. Pero Mercedes es más vital que pesimista y no se siente atada al noray porque, como todo ser nacido entre el carnaval y la cuaresma, considera normal que en la vida se transite del dolor a la fiesta y viceversa. En su poema “Polinesia”, Mercedes Escolano sintetiza lo que debiera ser norma tanto en un lado como en otro de las situaciones vitales y que la herida del mar también llega a cerrarse, pero como profesora también conoce la dificultad de imponer reglas, y menos aún a través del tibio conducto de estos versos:

 

Así debiera ser nuestro amor,

como árbol que entrega su sombra,

como ola que esparce su espuma,

como isla que ofrece su espacio

reducido y nos cobija

del mar tempestuoso.

 

          Pero lo más importante de todo para Mercedes Escolano es el don que ha recibido, que ahora reparte confeccionando pliegos de jóvenes para lanzarlos al agua de los Siete Mares editoriales. Lo importante es lo que dijo del mar, queriendo camuflar lo que dice, achacándoselo. Pero sabemos que es ella quien lo posee y del que habla por experiencia propia en estos términos:

 

Se lleva el mar en las venas.

Se nace con él

y uno tarda toda la vida

en escupirlo.

 

 

 

(Este prólogo se publicó en el libro La bañera de Ulises, EH Editores, Jerez (Cádiz), págs. 9-14)