MERCEDES ESCOLANO

 

 

A LOS LECTORES

 

 

 

          Soy un aprendiz de todo y un maestro de nada. Disfruto viviendo y escribiendo. Éste no es un libro útil sino placentero, así que invito a aquellos lectores que anteponen el pragmatismo al deleite a que abandonen rápidamente estas páginas, y espero que se queden en mi compañía aquéllos para quienes la literatura es una agradable y misteriosa pérdida de tiempo. No hallarán en estos poemas sorprendentes alardes de retórica, ni el engranaje perfecto de las piezas, ni el mimo delicado de un orfebre. A algunos les defraudará, por hallar demasiado llano el camino y echar en falta dificultades que embellezcan y compliquen a propósito el juego de escribir; a otros les parecerá que el campo literario queda despejado de muchos obstáculos, y esa sensación de falsa libertad les ayudará a comprender el texto y a sentirlo. En fin, cada lector es un mundo y yo –lo confieso– escribo por capricho, de un modo egoísta, más pensando en mí que en los posibles lectores de mi obra.

 

          Puede que si tuviera miles de lectores me sintiera más atenta a sus gustos, deseando complacerlos y así asegurarme la devoción y los beneficios generados por las ventas. Nada más lejano en mi caso. Desconozco cuántos lectores tengo, pero les aseguro que el número es muy reducido y que jamás me he planteado vivir de la literatura. Cuando pienso en “mis” lectores imagino hombres y mujeres inteligentes, sensibles, con sentido del humor y muchas ganas de dejarse seducir por mis palabras… personas que entienden la literatura como un ejercicio estimulante.

 

          Ellos tampoco me conocen, así que no juegan con ventaja. Los más ingenuos creerán que soy la mujer que escribe en primera persona estos poemas, sin caer en la cuenta de que se trata de un personaje inventado que expone sus supuestas experiencias y pensamientos (las confesiones íntimas las guardo para mis diarios). Los más avezados disfrutarán desenmascarando el puzzle de personajes e intuyendo rasgos míos acá y allá, como quien desentraña pistas de personalidad, sin la certeza de haber perfilado totalmente mi carácter. Les divertirá a estos últimos que adopte papeles de hombre o mujer en mis poemas, pues esta dualidad enriquece el juego y estoy convencida de que ellos, como lectores, son también capaces de sentirse hombres o mujeres, protagonistas de una historia.

 

          Hace poco me preguntaron si nunca había deseado reunir mi obra completa, pues hasta el momento he ido publicando libros y cuadernos sueltos, y muchos de ellos actualmente son inencontrables. No deseo publicar mis obras completas porque no todo lo que he publicado me satisface, y prefiero que algunos textos mueran por sí solos en esa digna tumba que llamamos silencio; en cuanto a publicar una selección de mis textos, hace tiempo que vengo pensando en ello. Cuando Javier La Beira me invitó a publicar en la colección que codirige con Diego Medina le propuse editar una antología, deseosa de ver reunidos textos que comparten vasos comunicantes.

 

          Ser uno su propio antólogo supone un esfuerzo de elección que tiene más que ver con el corazón que con la lógica. Resulta difícil tener que escoger un texto u otro, y a menudo me he decantado por aquél que hoy sigue emocionándome. En un poema busco siempre una mezcla de emoción e inteligencia, un modo de decir sugerente y armonioso, pero nunca la perfección y el dominio técnico que a otros poetas tanto preocupa. Siempre me ha interesado llegar al lector, compartir con él mi mundo literario, atraparlo en mi red sentimental. Todos mis poemas tienen flaquezas, debilidades, versos mediocres o incluso pésimos, pero el conjunto me resulta sugestivo si he de hacer un balance, así que, puesta a defender mis poemas, me he divertido seleccionando un conjunto de versos cargados de defectos e imperfecciones. Sé que el lector sabrá disculparme y que, lejos de sentirse defraudado por los defectos, sabrá encontrar otras virtudes: momentos entrañables, ironía, sutilidad, emociones, sencillez, sugerencias, ambigüedad, pasión, confidencias, trampas, grandes dosis de ternura… Fundamentalmente, deseo que el lector disfrute leyendo mis poemas. Se trata de un juego, simplemente de un juego.

 

 

(Prólogo a Juegos reunidos. Poesía 1984-2004, Ayuntamiento de Málaga, Málaga, 2006)